Todos como padres deseamos que nuestros niños sean felices, independientes, responsables y seguros. Para ello desde muy pequeños se estimula en ellos las conductas positivas, es decir comportamientos adecuados que favorecen un desarrollo emocional y social óptimo.
¿Cómo lograrlo?
Brindando modelos adecuados y favoreciendo el desarrollo de su autoestima.
Todo niño necesita sentirse aceptado, respetado, que creamos en él, en su capacidad para superar problemas, para colaborar. Por otro lado tengamos en cuenta que enseñamos con nuestra manera de comportarnos. Somos incoherentes cuando no hay correspondencia entre lo que exigimos a los niños y lo que hacemos nosotros.
Algunos errores que cometemos:
Esto es lo que como padres y educadores no debemos hacer:
a) Hacerlos sentir incapaces.
Sin darnos cuenta comunicamos a los niños que no son capaces de realizar una tarea creándoles inseguridad. Ellos son muy sensibles a las expectativas de los adultos, por lo que comienzan a dudar de sus habilidades e incluso pueden fracasar. Muchas veces hemos dicho cosas como “Cuidado, que te puedes caer”, “No lo hagas, espera que yo te ayude”, estas frases pueden aparentar una preocupación por el niño, tienen un trasfondo de tipo “no puedes hacerlo”; lo que los padres pueden hacer es cambiar estas frases negativas a positivas como “tu puedes hacerlo” y brindarle la ayuda necesaria o si está en una situación de peligro bastará con decirle “Ten cuidado, agárrate fuerte”, sin anticipar lo que puede experimentar, ya que esto predispone al niño.
b) Pedirles más de lo que pueden.
A cada edad corresponde un estado de desarrollo intelectual y de aprendizaje. En nuestro afán perfeccionista, queremos exigirles más de lo que pueden dar o hacer. Es errado no considerar su edad y sus capacidades, ya que ocasiona en el niño frustración.
c) Hacer comparaciones e incitar la competencia entre hermanos.
Usualmente existe gran facilidad para elogiar al que tiene éxito e ignorar o censurar al que fracasa. Incluso a través de los gestos podemos establecer comparaciones entre los hermanos o los alumnos, generando la falsa idea de que se les quiera solo por lo que hacen, Detrás de cada “oveja negra” podemos encontrar un niño que busca un lugar dentro de su familia o del aula. Para superar esto debemos estimular a cada uno de acuerdo con sus necesidades.
d) Inculcarles que sólo valen cuando tienen éxito.
Triunfar sin que importe los modos que empleen, fomenta el individualismo y tergiversa el desarrollo de su personalidad. Genera además una incapacidad para aprender del fracaso.
e) Hacerles depender solo de premios o cosas materiales.
Dificulta que e niño actúe por motivaciones internas no les ayuda a crecer, a tomar iniciativas.
Cómo estimular con eficacia conductas positivas:
a) Prontitud en nuestras respuestas
Cuando queramos afirmar en los niños ciertos logros o conductas positivas, debemos estimular y alentar sus esfuerzos durante el proceso o inmediatamente después. Postergarlo hace perder eficacia a la estimulación. Frases amables como “que bien lo estás haciendo”, “estas trabajando, qué bueno” y gestos cariñosos son muy valiosos cuando se los realiza en el momento adecuado, cuando la conducta positiva se está presentando.
b) Estímulos diferentes para niños diferentes
Los niños, como los adultos, tienen diferentes preferencias. No a todos les agrada lo mismo, porque tienen experiencias diferentes. Cuando estimulemos tengamos en cuenta estar particularidades: a unos les agradará que les narren un cuento o jugar con la mamá, a otros será mejor darles un dulce, o bien preparles algún platillo que sea de su preferencia, cuya acción genere secuencias cálidas de acercamiento y relación pero para otros bastará la palabra acompañada del afecto sincero. Padres y maestros debemos conocer los gustos e intereses de los niños, para estimularlos con mayor eficacia favoreciendo su desarrollo hacia conductas positivas.
c) Lograr el desarrollo de nuevos comportamientos adecuados
El aprendizaje de nuevos comportamientos como saludar, recoger los juguetes, etc., no ocurre espontáneamente. Requiere de una conducción que refuerce desde el inicio la nueva conducta. Al comienzo es importante estimularlos inmediatamente por la acción realizada. Cuando el niño reitera con regularidad la nueva conducta, mantendremos el estimulo en forma intermitente hasta que se afirme el nuevo comportamiento. Por ejemplo cuando el niño guarde los juguetes, podemos reforzar su conducta con una felicitación, un abrazo o una calcomanía (reforzador social o material), esto ser realizará cada vez que se presente la conducta, posteriormente y paulatinamente estos reforzadores disminuirán hasta que el niño incorpore dicha conducta como parte de su estilo de vida.
Tipos de estímulos o reforzadores que podemos usar:
Sociales: Están basados en estímulos verbales (felicitaciones), contactos físicos (palmaditas, caricias de aprobación…), expresiones faciales (gestos, sonrisas, movimientos de cabeza…).
Físicos: los dulces, los premios, regalos, etc., son valiosos cuando están ligados a estímulos de carácter social, cuando se realizan dentro de un contexto emocional que genere la aproximación. No podemos abusar de ellos creando dependencia. Esto es my importante, ya que de lo que se busca es promover la motivación interna sin necesidad de condicionar el comportamiento del niño. Es preferible prescindir de este tipo de reforzadores en la medida de lo posible.
Actividades preferidas: Conociendo los gustos de los niños, podemos usar las actividades que más les agradan (paseos, recreos…) para estimularlos con eficacia.
Retroalimentación: Cuando se realiza un esfuerzo o actividad especifica, es gratificante ser alentado por la forma como se ejecuta (“estas escribiendo muy bien” o “qué bonito el dibujo que está pintando”, por ejemplo).
Estas son solo algunas de las recomendaciones generales, que esperamos que sean pautas que como padre te motiven en la maravillosa labor diaria con tu hijo, impulsándolo a un crecimiento y aprendizaje continuo.
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